miércoles, 25 de noviembre de 2009

El papel docente en la sociedad...

Por Edison Castillo Poveda

El objetivo (como docente) debe ser preparar a todos los alumnos para que puedan integrarse de forma activa en la sociedad, ampliar sus conocimientos, adaptarse a los cambios sociales y laborales y disponer de la palabra y de la acción con las que ejercitar sus derechos como personas libres. Desde esta perspectiva, toda la enseñanza ha de orientarse a la formación de ciudadanos competentes, libres, responsables y solidarios.

Ser ciudadano es entrar en un nudo de relaciones. Desencadenar un proceso socioeconómico con efectos en la calidad de vida de la población. Es sencillo: cuando se pide una factura se evita la economía subterránea y aumenta la recaudación fiscal que, al final de cuentas, permite al gobierno invertir en equipamiento y servicios esenciales para una vida mejor: carreteras, hospitales, escuelas, seguros, etc., cuando se le niega la coima al policía se contribuye a moralizar el aparato policial.

Ciudadanía supone, pues, conciencia de responsabilidad cívica. Es como la parábola del niño que, en la playa, devolvía al mar uno tras otro los pececitos que la marea había arrojado a la arena. Alguien le dijo: “¿Qué adelantas con eso? No vas a poder salvarlos a todos”. A lo que el niño respondió: “Ya lo sé. Pero éste -y le mostró un pececito que bailaba en su mano- estará a salvo”. Y lo devolvió al agua.

La solidaridad se practica participando en los movimientos sociales –iglesias, movimientos populares, sindicatos, partidos, ONGs, administraciones políticas volcadas a los intereses de la mayoría... Una golondrina no hace verano. Como dice la canción: el sueño de uno es sueño, el de muchos auténtica realidad.

Es necesario cambiar el curso de los acontecimientos a través de acciones colectivas, desarrollando la solidaridad entre los pueblos. Es urgente que los intelectuales, artistas, educadores, científicos... abandonen su pasividad y pasen a la acción.

Ha llegado el momento de la gente. Y, sobre todo, de los jóvenes, de los hombres y mujeres que reclaman otro mundo posible. Las instituciones y medios de comunicación deben ayudar a la ciudadanía mundial para que, por fin, dejen de ser espectadores y desempeñen su función de protagonistas en el diseño del futuro.

Ha llegado también el momento de las culturas y religiones más diversas para que, unidas por la solidaridad y amor al prójimo que les es inherente, se sitúen en la vanguardia del rescate de la dignidad humana.

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